La felicidad es el estado psicológico que todos queremos alcanzar y mantener. A ella se llega a través de la emoción de la alegría y de su estructura, la plenitud. Cada emoción busca en nosotros que obtengamos una serie de elementos para nuestro desarrollo y crecimiento. De la misma forma que el miedo busca la seguridad o la tristeza el desarrollo, la alegría querría que alcanzásemos la plenitud. Pero para ello, necesita construir cinco pilares previos imprescindibles para esa felicidad y su perpetuación en el tiempo.
La plenitud nos lleva a la felicidad
Podemos describir la plenitud ese estado de libertad, de calma y de fluir que alcanzamos en determinados momentos de nuestra vida. A veces ese estado dura tan solo unos minutos pero, otras veces, dura semanas. No se trata de euforia transitoria ni de que simplemente todo vaya bien por azar. Es más bien un estado que hemos alcanzado después de trabajar diferentes aspectos de nuestra vida, aunque sea de forma inconsciente.
Llegamos a la plenitud a través de su emoción, la alegría. Es ahí donde simplemente nos permitimos estar, fluir y disfrutar. Pero no siempre sabemos ni llegar ni mantenernos. ¿Nunca has sentido que tú u otra persona no sabe ser feliz? Se trata de un problema relacionado con la alegría.
Un camino a la felicidad
Hablar de felicidad es hablar siempre de un constructo que parece imposible. El problema es que consideramos esa felicidad como algo perfecto, sin obstáculos ni problemas entrelazados. Sin embargo, eso no es la felicidad. Podemos estar en plenitud y sufrir una pérdida que hay que resolver o tener un conflicto con un amigo. Resuelto eso, podemos volver de forma rápida a ese estado de felicidad. De hecho, cuando se nos presenta un problema y lo resolvemos, esa felicidad será aún mayor, sumada a la satisfacción de haberlo logrado.
El camino que debemos recorrer hasta la plenitud es el camino largo. Es el que hace que tengamos que valorar si nos estamos sintiendo amenazadas por alguien en nuestro entorno, si estamos teniendo relaciones justas o si nuestra autoestima se encuentra correctamente asentada. Si algo falla, debemos resolverlo, de lo contrario no se alcanza la plenitud. Pero también hay un camino corto y peligroso, el que pasa por eludir cualquier tipo de problema y responsabilidad y huir a través de algún estímulo. Se trata de usar vías de escape rápidas, como las compras, el alcohol, el sexo o consumir en bucle series en el ordenador. Esa rapidez nos estimula hasta la euforia, haciéndonos caer rápidamente en la culpa. Por eso es rápido, pero muy peligroso para nosotros.
Las bases de la plenitud
Como cada camino recorrido en la meta, para la plenitud necesitamos asegurar una serie de etapas previas que nos aseguren alcanzar el objetivo. Necesito asentar una base para poder pasar a la siguiente. Si una falla, las demás no serán estables y la plenitud que yo alcance, se tambaleará muy fácilmente.
Para poder alcanzar la plenitud, necesito asentar las siguientes cinco bases previas:
Seguridad
Necesito empezar por la seguridad, tanto en un plano físico como psicológico. ¿Qué es aquello que yo necesito para estar seguro? No solo el tener dinero o un hogar, sino también en el plano de las relaciones. Cuando mi pareja me invade o mis padres no respetan mis límites, no me siento seguro. Es aquí donde aparece la separación entre los demás y yo, las normas básicas y el respeto. Debo gestionar los límites, como saber decir “no”, para que la seguridad se asiente en mi vida. Observo todas las amenazas a mi seguridad y pongo los límites necesarios para que no ocurran.
Desarrollo
Una vez asegurada la seguridad, llegaríamos al desarrollo. ¿En qué punto estoy de mi vida y hacia dónde quiero ir? Pero no solo debo ver qué necesito para avanzar, sino saber qué puedo haber perdido y cómo gestionarlo. Puedo querer ascender en mi empresa y necesito aprender un idioma para ello. O pueden haberme despedido y tengo que encontrar otro empleo. Todo eso lo haremos desde el desarrollo. Es avanzar desde el punto en el que estoy hacia otro mejor para mí.
En cuanto a las relaciones, el desarrollo nos hablaría de nuestra capacidad para comunicarnos, pedir ayuda o empatizar. Sin estos elementos, ¿estarían nuestras relaciones resultando satisfactorias para nosotros?
Justicia
Aquí evaluamos si estoy teniendo relaciones justas en mi vida, social, familiar o laboralmente. Debo evaluar si, por ejemplo, en mi pareja, estoy dando más de lo que la otra persona me está devolviendo. O si en el trabajo me están pagando de forma justa por las tareas que realizo. Si no hay justicia en mi vida, debo encargarme de que la haya. Muchas veces, el ser justos no implica pedir más y más al otro para que esté a tu altura, sino el dejar tú de dar tanto.
Admiración
Aquí llegamos cuando las tres bases anteriores están consolidadas. Es la sede de la autoestima, donde nos valoramos y admiramos por lo que realmente somos. Si yo me doy valor, desde este punto movilizaré mis recursos para poder tener la vida que quiero y merezco. Sabré ver mis fortalezas y las aplicaré, veré aquello en lo que destaco y lo usaré para crecer. Dedicaré parte de mi tiempo a mi crecimiento y transformación.
Amor
El amor debe ser primero hacia uno mismo y, después, hacia los demás. ¿Qué hago diariamente desde el amor propio? ¿Cómo me cuido o cómo satisfago mis necesidades afectivas? Siempre buscamos esto en el otro, ya que no nos lo sabemos dar. De esta forma, generaremos relaciones donde dependeremos siempre de los demás.
¿Puede mantenerse en el tiempo?
La plenitud es un círculo que se cierra apoyándose en la seguridad, el desarrollo, la justicia, la admiración y el amor propio. Pero una vez que cierro el círculo, ¿qué hago para mantenerme ahí? Tengo que volver a empezar ese círculo. Ahora que estoy en plenitud, debo estar pendiente de las amenazas a ese estado. Debo ver y gestionar cualquier cosa que amenace con quitármelo. Si simplemente me quedo quieto, cualquier acontecimiento cotidiano podría quitármelo de golpe.
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