Los conflictos internos con los que convivimos parten de la insatisfacción. No sabemos superar la queja y nos quedamos anclados en ella. Eso nos ata y nos condiciona, sin que aprendamos las herramientas suficientes para salir de la situación que tanto nos molesta. Ni dejamos de estar mal ni satisfacemos nuestras necesidades.
Mecanismo evolutivo
La queja ha cumplido siempre una función social, especialmente en los primeros años de vida. Es el reflejo de que algo no va bien o de que algo nos falta, principalmente para que nuestra madre satisfaga la carencia. A medida que evolucionamos y crecemos, vamos soltando determinadas herramientas que ya pierden su función, pero la queja se mantiene. Parte de una necesidad basada en la supervivencia a un rol mucho más social y afectivo. Nos permite expresar cómo nos sentimos, buscando un consuelo, una ayuda o un apoyo externo, aunque sea de una forma inconsciente. Tiene su utilidad y puede reconfortarnos. Sin embargo, podemos cruzar una delgada línea, donde acaba por hacernos daño a nosotros mismos y a los demás.
Como mecanismo evolutivo cumple en la infancia su función y, al crecer, se transforma en, como hemos dicho, algo más afectivo y emocional. Siempre y cuando no se acabe convirtiendo en un lastre.
El peligro de no superar la queja
Tanto los adolescentes como los adultos no siempre son directos a la hora de mostrar las emociones y expresar sus necesidades. Esto queda fácilmente explicado si vemos la función que cumple la queja en un niño pequeño. Si llora, quiere que se satisfaga su hambre o sueño, sus necesidades de higiene o su necesidad de afecto. Pero al crecer, no somos tan claros al quejarnos. Si expreso disconformidad sobre mi trabajo, por ejemplo, ¿qué hay detrás? ¿Quiero que me des una solución, solo busco expresarme o quiero que tú también entres conmigo en la queja? Y no aclaramos lo que necesitamos porque, directamente, la queja acaba por atraparnos, sin permitirnos saber qué estamos pidiendo.
No superar la queja infantil acaba repercutiendo negativamente en las diferentes áreas de la persona, no solo en la parte más social, sino también a nivel interno. Esto hace que nos quedemos anclados en expresar la disconformidad, sin tomar cartas en el asunto o buscar soluciones que nos saquen de donde nos vemos atrapados. Nos resta a nosotros energía y, por supuesto, a aquellas personas a las que atrapamos.
Rabia en lugar de tristeza
Nuestras emociones no son meras reacciones a todo aquello que nos pasa. Tienen una función clara y directa que busca que hallemos un estado concreto, como la seguridad, el desarrollo o la justicia. Miedo, tristeza o rabia, aunque parezcan emociones negativas, nos hacen alcanzar estados positivos, como los anteriormente mencionados. Pero ¿qué ocurre cuando no usamos correctamente las emociones para alcanzar los estados que la situación nos está pidiendo? Por ejemplo, ante una situación donde está habiendo una pérdida para nosotros, necesitaríamos conectar con la tristeza, lo que nos permitiría hallar soluciones y tener un desarrollo finalmente. Pero no siempre es así, ante las pérdidas, a menudo sentimos rabia, al considerarlo injusto, lo que nos generaría una emoción duradera de frustración. Esta emoción, muy relacionada con la queja, no nos dejaría avanzar. Ese estado de pensar que todo es injusto, que no lo merecemos, nos impide ver las alternativas o posibles soluciones al problema.
De forma práctica: estoy en un trabajo que no me llena y que, además, me obliga a hacer horas extra por un sueldo muy bajo. Estoy en una situación de pérdida de bienestar. Sé que no puedo hacer nada dentro de la propia empresa para que esto cambie. Por tanto, debería encontrar algo fuera, buscar otros empleos o formas de crecer a nivel formativo. Sin embargo, este estado no se alcanza si me anclo a la queja y a la frustración. La pérdida del bienestar es solo vista como injusta, sin encontrar el futuro desarrollo.
De innato a sensato
Si bien la queja es innata, como hemos visto, acaba perdiendo su utilidad en la vida adulta si no logramos su transformación constructiva. De hecho, superar la queja no pasa por bloquearla o eliminarla, sino por escucharla, aceptarla y buscar lo que se nos está pidiendo. Una queja sobre el trabajo, la familia o la sociedad, implica saber que también tenemos que entender el motivo de estar sintiendo eso y qué nuestra parte inconsciente quiere satisfacer. Aunque podemos ver, en algunos casos, que esa queja solo tiene la utilidad de hablar de forma negativa sobre algo sin pretender hallar una solución, lo que, en este caso, sí habría que suprimirla. No ofrece algo útil para quien lo está sintiendo.
Todos los elementos innatos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida se van adaptando en las diferentes etapas del desarrollo. Cuando esa adaptación no es positiva para nosotros, tenemos que, de forma deliberada, acondicionarla para que nos ofrezca un bienestar. Esto es lo que tenemos que hacer con la quejar.
Buscar el desarrollo
Superar la queja implica escucharla y saber cómo gestionarla. Que no sea una mera descarga, sino que nos aporte un desarrollo, aunque para ello debemos tener la intención de querer salir de la comodidad que nos ofrece.
A través de los siguientes consejos podemos transformar la queja en algo constructivo:
- Situaciones de queja: debemos ser conscientes de en qué situaciones nos quejamos o con qué personas. Tal vez estemos buscando una atención por su parte que de otra forma no sabemos tener.
- Su origen: si hay una queja, hay una insatisfacción. ¿Qué nos está faltando? En el ejemplo anterior, lo que faltaba era un mejor trabajo.
- Acepto para avanzar: acepto que una determinada situación no me gusta y que, independientemente del dolor que sienta, debo salir de ella actuando y realizando una serie de movimientos.
- Optimismo realista: si genero una serie de alternativas de forma sensata, sé que voy a alcanzar un desarrollo, al menos diferente a lo que tengo actualmente.
- Plan de acción: he escuchado mi queja y he aceptado lo que no me gusta. Ahora es el momento de planear qué voy a hacer, un plan de acción que me permita salir de donde estoy y satisfacer mis necesidades.
Si hay una queja, es que existe algo en nuestra vida que no nos gusta. Verlo es el primer paso para que podamos alcanzar el desarrollo, dejando a un lado la frustración que podamos estar sintiendo. Superar la queja para superar lo que no nos gusta de nuestra vida.
[ratings]
Las quejas se saben son buenas y surten efecto para cuando quieres conseguir algo o simplemente algo no funciona como nosotros queremos, esto generalmente sucede en la niñez y adolescencia pero ya cuando estás en la madurez y quizá tienes otras metas, otros objetivos, lo importante es armarse de valor y emprender en nuevos retos; para ello es indispensable salir de la zona de confort.
Buenas noches Byron.
Efectivamente, la queja nos ayuda a conseguir y a luchar por nuestros objetivos. Según la etapa en la que nos encontremos, la queja tendrá una función, pero si no nos domina, siempre podemos sacar beneficio de ella.
Un saludo.
Laura.
La queja es un estado de emocion muy frecuente en las personas sin estudio universitario.
Buenas noches Carlos.
La queja es algo con lo que vive desde que somos pequeños y es algo innato. No hay (por lo menos que yo sepa) ningún estudio científico donde indique que el nivel académico determina más quejas en las personas.
Un saludo.
Laura.