La culpabilidad aparece cuando creemos que hemos actuado de una forma negativa y que hay en estos momentos consecuencias para otras personas o para nosotros mismos. Esto genera un lazo emocional con los hechos que hacen que la persona lo reviva en su cabeza y sufra un gran malestar psicológico.
Diferencia entre responsabilidad y culpabilidad
A nivel práctico, la culpa y la responsabilidad pueden parecernos dos aspectos emocionales totalmente iguales, cuando el efecto en la persona que lo siente sí es muy diferente. El factor común es que asumen que, ante algo que ha ocurrido, la persona ha tenido poder sobre ello, de forma intencionada o no, pero las consecuencias psicológicas lo diferenciarían. La culpa da un paso más allá de la responsabilidad, y antes los hechos, la persona se desvaloriza, pudiendo llegar a autocastigarse, aunque solo sea emocional y cognitivamente. Se califica negativamente, se siente mal con ella misma y su autoestima sufre las consecuencias.
Si la responsabilidad pone el foco en el presente y también en manejar el futuro, la culpabilidad quedaría anclada al pasado y no avanzaría. Aparecerían o bien una tristeza elevada y disfuncional, que no buscaría soluciones, o una frustración por lo que pudo y no fue. Mientras que la responsabilidad quiere responder, la culpa nos hace pequeños y nos atormenta. Una podría liberarnos y otra llega a bloquearnos, los que nos propicia a cometer más errores en el futuro.
Falsas culpas
Al hecho de que demos un paso más allá de la responsabilidad y generemos culpabilidad, hay que sumarle que a veces esa culpa es falsa, es decir, no hemos realizado exactamente nada que pueda ser tachado de malo. Entonces, ¿por qué me siento culpable?
Contamos con una serie de leyes universales y morales que nos diferencian a nivel social el bien del mal. Sabemos que mentir o manipular están mal, mientras que actos como poner límites o decir que “no” serían aceptables. Sin embargo, estos dos últimos también generan culpabilidades en muchas personas. Esto se debe a que, en base a nuestra experiencia y nuestra educación, no solo interiorizamos leyes universales y morales, sino que cogemos otra serie de leyes que pueden ser falsas y que nos hacen sentir mal solo por defendernos o expresar que estamos en desacuerdo con algo. El miedo a no estar a la altura de las expectativas de los demás tiene mucho que ver con esta culpabilidad.
Origen de la culpabilidad
¿De dónde vienen nuestras falsas culpas? La mayoría de estas culpas vienen de nuestra infancia y de nuestra adolescencia, cuando nuestros padres y profesores mediante la educación nos enseñaron a saber qué conductas nuestras eran aceptables y cuáles no. No quiere decir que de forma intencionada quisieran generarnos la culpabilidad, pero nosotros sí la acabamos interiorizando, incluso viéndolos a ellos actuar en el mundo. Si bien esas dos etapas son importantes, en la etapa adulta también podemos sufrir experiencias relevantes que nos generen esa tendencia a la culpabilidad.
Lo que la educación que como niños absorbemos o las experiencias que vivimos nos generan una sensación de ser indignos, desagradecidos y con culpa. Hay una serie de expectativas que creemos que se tienen sobre nosotros, y que a veces los demás expresan, y a las que creemos no llegar. Por tanto, esta culpabilidad puede estar acompañada de creencias de no merecimiento de cosas buenas, como el amor, ya que los culpables deben ser castigados por sus actos. La falsa culpa se instaura en la persona y comienza a funcionar en todas las áreas de la vida de una persona.
Características de la culpabilidad
La culpa es un estado emocional que no siempre es transitorio. Se queda en la persona, se va sumando a pequeños acontecimientos y llega un momento en el que hay culpabilidad, pero ya no se sabe bien el motivo. Se convierte en un patrón mental y emocional y, como tal, condiciona los actos y las relaciones que tenga con los demás. De esta forma, la persona vive con miedo a cometer más errores y se va haciendo cada vez más pequeña.
Pero ¿qué elementos son los que aparecen en una persona con tendencia a la culpabilidad?
- Autoheridas
Como existe una constante crítica interna, la persona acaba sufriendo heridas emocionales. Una forma de castigo para redimir toda su culpa. Hay remordimientos y tortura mental. - Miedos recurrentes
Se vive con numerosos miedos, todos ellos relacionados con volver a cometer errores que puedan dañar a los demás o empeorar las situaciones, incluso cuando no hay probabilidad real de ello. - Invasiones
La culpa hace que la persona tenga miedo a establecer límites sanos en las relaciones, tanto con conocidos como con desconocidos. A veces, si se suma al miedo, los límites que se establecen son muy herméticos, yéndose al otro extremo para evitar daños futuros. - Baja autoestima
Como no se refuerza la valía personal y las críticas internas son constantes, la autoestima de la persona acaba cayendo. Esto propicia una mayor culpabilidad.
La necesidad de poner límites
Un requisito imprescindible para poder trabajar la culpabilidad es la necesidad de establecer límites sanos en las relaciones con los demás y con nosotros mismos. Saber que hay unas barreras que no se deben sobrepasar, que debemos ser asertivos y que tenemos derecho a cambiar de opinión y a decir “no”. Sin todo eso, cualquier relación será desequilibrada y, aún desde la complacencia, no evitaremos sentir la culpa. Por eso, es importante empezar por el respeto hacia nosotros mismos y la necesidad de sentirnos seguros.
¿Qué es lo que de verdad quiero hacer? ¿Me apetece quedar con esa persona? Debemos buscar siempre cuáles son nuestras necesidades o cuándo los demás pueden ser una amenaza para nuestro bienestar. No es que vayan a producirnos un daño como tal pero, por ejemplo, acudir a una fiesta que no nos interesa, ya es en sí una amenaza a ese bienestar.
La culpabilidad se relaciona con nuestra educación y con nuestras experiencias, pero también con los “debería” y las expectativas que creemos que los demás tienen sobre nosotros. Es un lastre que acaba condicionando toda nuestra vida y nos va afectando en cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Sin embargo, identificar que algo no va bien es el primer paso para poder dejarlo atrás.
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