Categorizamos el miedo como una emoción negativa, la cual nos lleva a la parálisis, el bloqueo o el pánico. Huimos de ella y buscamos no sentirla. Sabemos que, como mecanismo de supervivencia, ha sido y es tremendamente útil, pero que apenas hay situaciones diarias que nos deban despertar realmente esa emoción. Sin embargo, ¿es de verdad una emoción negativa que está limitada a estados de supervivencia? El miedo es mucho más que eso.
Las emociones buscan estados positivos
Tendemos a separar las emociones en positivas y negativas. Aquellas que nos dan placer, como la alegría o el amor, son positivas, mientras que el miedo o la rabia serían negativas. Sin embargo, lo que sí es positivo o negativo es su manifestación a través del cuerpo, el cómo se presentan en nosotros. Por lo demás, podemos afirmar que todas y cada una de nuestras emociones son positivas, ya que, como tal, lo que están buscando para nosotros es que alcancemos estructuras positivas. La rabia buscaría defensa y justicia, el amor una vinculación afectiva y la tristeza aceptar y generar soluciones ante las pérdidas. Por lo que enfocarlas y dividirlas simplemente por cómo se manifiestan en nuestro cuerpo, acaba generando un rechazo hacia algunas de ellas. Si rechazamos una emoción, nos bloqueará y nos impedirá alcanzar la estructura para la que está diseñada. Sin rabia que denuncie o que alce la voz, nunca habría justicia, por ejemplo.
La seguridad
Si cada emoción pretende que alcancemos una estructura positiva, ¿cuál sería la del miedo? El miedo está diseñada para detectar cualquier tipo de amenaza que pueda acabar restando o eliminando nuestra seguridad, física o psicológica. Una vez detectada la amenaza, sabiendo que es real, elabora todo un sistema de acciones para establecer límites y que esas amenazas no se cumplen, o al menos paliar sus efectos. Si yo detecto que hay un virus en el aire que puede hacer que me enferme, pensaré qué elementos puedo colocar o usar para no contraerlo. De esta forma, detectada la amenaza y establecidos los límites, yo alcanzaré la seguridad, en este caso a nivel físico.
Por tanto, el miedo nos ayuda a diagnosticar todo aquello que puede ser peligroso para nosotros, por pequeño que sea, tanto a nivel interno como externo. Abarca aspectos de supervivencia, sí, pero también a nivel social, personal, de salud o de normas. Nos ayuda a que, sí siempre logramos restablecer la seguridad en nosotros y nuestro alrededor, reine la armonía.
Las funciones de esta emoción
Para que el miedo funcione correctamente y podamos alcanzar la seguridad, utilizará diferentes mecanismos de actuación. Todo esto se produce a un nivel inconsciente, ya que venimos ya diseñados con todo un sistema emocional que actúa en todo momento. Y, aunque como decimos sea inconsciente, también lo podemos hacer conscientemente.
Las funciones que tiene el miedo son:
- Evaluación y diagnóstico: se encarga de ver todo aquello que no funciona correctamente y que puede entorpecernos en nuestro bienestar. Veo, por ejemplo, que mi alimentación no está siendo equilibrada, lo que puede enfermar mi cuerpo.
- Delimitar: para poder mantenerme en seguridad, genero unos límites de espacio a mi alrededor. Por ejemplo, sé dónde empieza y termina mi casa porque hay unas paredes, pero también cómo de cerca quiero que me hable una persona.
- Normas: como quiero que exista una armonía, estableceré una serie de normas, como en una clase o en un puesto de trabajo. Cumplir esas normas, ayuda en el equilibrio de todos los implicados.
- Observa: si yo quiero reafirmar mi seguridad, tengo que observar dónde pueden encontrarse todas las amenazas que me la podrían quitar.
- Separación: con esta función, evitamos mezclar elementos que entre sí no son compatibles. Por ejemplo, puedo tener dos grupos de amigos que son muy diferentes entre sí y por el bienestar de todos, no les junto.
¿Siempre funciona correctamente?
En determinados momentos, la emoción del miedo puede no funcionar correctamente. Esto es debido a todas las experiencias que hemos tenido o la educación recibida. Todo ello, con el paso de los años, acaba moldeando nuestro sistema emocional y nos hace tener distorsionadas las emociones. En algunos casos, lo que ocurre es que sentimos por exceso o por defecto esa emoción. En otros casos, en lugar de sentir dicha emoción, sentimos otra. Sea lo que sea, lo que acaba ocurriendo es que no logramos alcanzar la estructura deseada, sino que nos anclamos en el malestar o empeoramos la situación.
Si no está en su punto óptimo
Cuando el miedo se presenta por exceso o por defecto no cumple su función, no logra conectar correctamente con su sentido y nos impide alcanzar la seguridad.
Cuando el miedo aparece en exceso, acaba siendo rígido y controlador, con un exceso de normas y prohibiciones. Aunque también se da el caso donde hay un sobrediagnóstico de amenazas, sin saber diferenciar las reales de las falsas. Cuando eso ocurre, vemos tanto donde deberíamos actuar que entramos en parálisis y no actuamos. De hecho, ni siquiera quiere decir que sintamos pánico, incluso acaba desconectándose la sensación de la emoción a través del cuerpo.
Cuando el miedo aparece por defecto, nos tornamos avasalladores y oportunistas, no vemos el espacio de los demás ni las normas a cumplir. Hemos desactivado, a nivel inconsciente, aquello que nos hace diagnosticar las amenazas y los límites, siendo nosotros mismos los propios invasores.
Disfunciones
Las disfunciones emocionales aparecen cuando intercambiamos una emoción por otra. Como cada emoción está diseñada para alcanzar una estructura y activarse ante unos determinados estímulos, si yo en lugar de sentir la emoción funcional en ese caso, siento otra, aparece la distorsión. Por ejemplo, el miedo se activa ante las amenazas para que estemos seguros. ¿Qué ocurre si yo siento amor ante dichas amenazas? Aquí aparecería las disfunciones, algo más común de lo que creemos.
Estas son las disfunciones del miedo:
- Siento Tristeza en lugar de Miedo: Caemos en el fatalismo. Sobre todo aquello que vemos que puede salir mal, creemos que no tenemos control y no actuamos.
- Siento Rabia en lugar de Miedo: Ante una amenaza, nos excedemos y en lugar de poner un límite, lo que hacemos es agredir y atacar.
- Siento Orgullo en lugar de Miedo: Nos crecemos en aquellos momentos donde los demás se encuentran en una posición de inseguridad. Aparece la tiranía y la prepotencia. Me subo a un pedestal.
- Siento Amor en lugar de Miedo: Damos cariño a todo aquello que es una amenaza para nosotros, en lugar de poner el foco en aquellos que sí lo merecen.
- Siento Alegría en lugar de Miedo: Caemos en la inconsciencia, en dejarnos fluir en todo momento, sin ver las amenazas o los peligros que se van presentando.
Cuando la emoción siempre está en exceso
También existe en determinadas personas la posibilidad de que el miedo se encuentre elevado en la mayoría de las situaciones. Esto también lleva a una serie de disfunciones, aquellas donde el miedo sustituye a la emoción que hubiera sido más funcional en esas situaciones.
Estas son las disfunciones por exceso de miedo:
- Siento Miedo en lugar de Tristeza: Deriva en impotencia. No veo qué posibles soluciones puede haber y me cierro a cualquier tipo de alternativa a lo que estoy viviendo.
- Siento Miedo en lugar de Rabia: En aquellas situaciones donde me siento atacado, me siento incapaz de reaccionar, me hago pequeño. Es sentirse apocado.
- Siento Miedo en lugar de Orgullo: Acabo viendo alrededor que todo es tóxico, incluso podría estar acercándome a ello. Sería incapaz de sentirme cómodo ante lo que realmente es grande y bueno.
- Siento Miedo en lugar de Amor: Desconfiaré y me cerraré ante cualquier tipo de vinculación, por creer que me harán daño o por pensar que puedo perder el control.
- Siento Miedo en lugar de Alegría: Caemos en la superstición, cualquier cosa puede ocurrir que me acabará quitando lo bien que estoy ahora o lo bueno que tengo en mi vida, por azar o por destino.