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Guerra en Ucrania y mantenimiento de la pandemia: Cómo manejar la ansiedad

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Después de más de dos años de una pandemia que sigue sin terminar, los acontecimientos han seguido ocurriendo a nivel mundial. Lo último que estamos viviendo, es la guerra en Ucrania, con un hecho que llega cuando nuestra ansiedad ya era difícil de manejar. Aunque no afecta a todo el planeta de la misma manera, sí nos impacta en nuestra salud mental y hace que nos sea difícil enfrentarnos a nuestro día a día con el golpe de todo lo que nos llega a través de los telediarios.

¿Cómo nos afecta ahora la guerra en Ucrania a nuestra salud mental?

Desde que empezó la pandemia a finales de 2019, hemos ido sufriendo diferentes acontecimientos políticos, sociales y climáticos que han ido afectándonos en mayor o menor medida. Si bien es cierto que no todos nos han tocado directamente, sí lo han hecho a través de la empatía o el contagio del miedo, una cualidad que nos hace humanos y sensibles a lo que ocurre alrededor. Lo último que estamos viviendo es la guerra en Ucrania tras la invasión de Rusia. Si nuestra salud mental estaba ya en estado de vulnerabilidad, el miedo se ha elevado aún más. El estado actual del mundo globalizado hace que todo esté interconectado, para lo bueno y para lo malo. Y que dos países geográficamente distantes de nosotras entren en guerra, nos afecta también a cualquier persona del planeta. Tanto desde el miedo como desde la tristeza o la impotencia, nos vemos agitados por la guerra en Ucrania.

Además, hay que sumarle que han sido más de dos años donde nuestras vidas han ido evolucionando y cambiando de una manera vertiginosa, y eso no siempre es fácil de manejar. A las pérdidas también se le han sumado acontecimientos positivos, pero todo ello rompe el estado de “zona de confort” de nuestro cerebro. Ante cada cambio, especialmente con los negativos, nuestro sistema de alerta se activa y entramos en estado de estrés y ansiedad. Hay que sumarle el bombardeo de noticias negativas que vemos en los medios de comunicación y a través de las personas con las que nos relacionamos.

No hay nueva normalidad

La pandemia creo a nivel social un deseo y una esperanza de nueva normalidad que nunca ha llegado. De hecho, es imposible que llegue. Acontecimientos estresantes, mantenidos en el tiempo y cambios drásticos vividos hacen que nuestra vida no vuelva a ser la de 2019. Esas altas expectativas alimentadas durante meses están llevándonos a la frustración y a la desesperanza. Es una fase de pérdida que, aunque no sea injusto, también nos lleva a la rabia.

¿Hemos aceptado que no habrá nueva normalidad?

Posiblemente unos de los problemas que estemos viviendo es que no hemos llegado a aceptar que no habrá nueva normalidad. De hecho, con el fin de la pandemia, creo que acabarán las mascarillas, cuando todo apunta a que en diferentes momentos y circunstancias seguiremos usándolas. Sin embargo, esa no aceptación es la que nos genera también ansiedad. Unas esperanzas que no se cumplen y un estado de expectativas rotas que nos crean estrés e impotencia.

El principio de miedo y tristeza

Aunque quisiéramos estar manejando la pandemia o la guerra de Ucrania con emociones positivas, es imposible e insano que lo hiciésemos. La situación es de amenaza y de pérdida, especialmente. Por lo que el miedo y la tristeza respectivamente son las dos emociones que debemos usar para gestionar la situación. El miedo nos ayuda a ver las amenazas, saber cuáles son realmente falsas y cuales son auténticas y, sobre estas últimas, actuar; ponemos límites que nos lleven a la seguridad o que al menos no nos ponga tan en peligro. Y, a través de la tristeza, aceptamos las pérdidas, las escuchamos y buscamos soluciones o alternativas. Si bien es cierto que a un nivel teórico parece fácil de resolver, en la práctica parece más complejo. Pero, aunque sea complicado, tenemos posibilidades de reducir en parte el malestar sufrido a nivel emocional.

El autocuidado

Si lo que queremos es empezar a manejar mejor nuestra ansiedad respecto a la guerra en Ucrania y el mantenimiento de la pandemia, debemos basarnos en el autocuidado. Esta capacidad pone el foco, ante todo, en nosotros mismos. Asegurado eso, que debe ser la prioridad, podríamos abrirnos a los demás y a la ayuda mutua. Parece un acto de egoísmo, pero no lo es. Tratar de ayudar a alguien sin estar uno mismo bien, asegura que se ahoguen los dos.

A través de las siguientes bases podemos reforzar el autocuidado y potenciarlo:

Escucha tus necesidades

Saber qué necesitas en todo momento es fundamental, desde aspectos físicos hasta emocionales. Cubrir todas nuestras necesidades debe actuar de base para lo que construyamos después. Sin esta base de seguridad física y emocional, nuestro estado de estrés se disparará y nos desgastaremos.

Pedir ayuda y apoyarse

La comunicación, la empatía o la ayuda son destrezas que nos llevan al desarrollo, tanto con nosotros mismos como con los demás. No tenemos que ser siempre autosuficientes, sino que podemos apoyarnos en otros, igual que otras veces se han apoyado en nosotras.

Cosas buenas en mi vida

¿Qué cosas buenas puedo propiciar en mi vida o potenciarlas? No se trata de buscar el lado bueno de las cosas, sino de saber cuáles existen realmente o buscarlo para añadirlo a lo que tenemos. ¿Es bueno para mí potenciar mi creatividad? Tal vez puedo apuntarme a un curso dónde potenciar esta fortaleza.

Abierto a recibir

Cada día o cada semana nos van ocurriendo acontecimientos donde tenemos que abrirnos para recibirlo: un regalo de un amigo, un cumplido de un familiar, una propuesta para salir a cenar… Para todo ello debemos estar abiertas. No siempre nos apetece, pero estar receptivos es una forma de autocuidado.

Conductas autodestructivas

Hay diferentes conductas que diariamente nos están destruyendo, por pequeñas que parezcan. Una de las cosas que hemos aprendido estos años, por ejemplo, es el hecho de estar intoxicados de información negativa. Los medios de comunicación nos bombardean de noticias en bucle que nos sobreinforman. Pero hay más conductas autodestructivas que seguro podemos reducir hasta eliminarlas.

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