En un estudio publicado en la revista PloS One, se puso en contacto con nosotros Eva Carnero, de El País, para hacernos una entrevista. En este estudio se nos invita a hacer una sencilla operación que es muy posible que nos deje algo decepcionados (o no). Es muy sencillo. Partiendo de la cifra de amigos que creemos tener, dividimos el número entre dos. Bien, pues el resultado ya se acerca más a la (triste) realidad.
A continuación transcribimos el texto íntegro de la entrevista.
En el estudio se concluye que sólo el 53% de los sujetos participantes coincidían en el nivel de amistad expresado. Es decir, sólo en ese 53% existía reciprocidad. ¿A qué se debe esto?
Esta diferencia podría explicarse si tenemos en cuenta que hay algunas personas que consideran que ser amigos es simplemente verse de vez en cuando y compartir algunos momentos mientras que, para otros, implica una relación más intensa en la que se espera que haya además sinceridad, lealtad e interés reciproco.
¿Por qué hay diferencias entre la amistad que creemos tener y la que realmente tenemos?
Entre las conclusiones publicadas, una de ellas dice que la incapacidad de las personas en establecer el verdadero nivel de amistad existente con otra persona, se debe a que al manifestar que una relación de amistad la consideramos importante, podemos arriesgarnos a que no ser correspondidos y, en ese caso, nuestra imagen pública se vería perjudicada, motivo por el cual preferimos restarle importancia a la intensidad de la amistad.
Sin embargo, aunque no hay duda de que las amistades de un individuo tienen una importante influencia en la imagen pública del mismo, no parece probable que las personas, a la hora de manifestar o hacer públicas sus relaciones de amistad, se dejen llevar exclusivamente por este criterio. En este sentido, existen otra serie de condicionantes de importancia al margen de esta imagen pública, como puede ser la concepción de uno mismo, la necesidad de afirmación y autoafirmación, los valores personales, etc. Por ello, a la hora de valorar si una determinada persona es o no un amigo, el factor de imagen pública puede ser relevante, pero no determinante. No obstante, habría que profundizar más sobre este aspecto, sobre si una persona está interesada en ser amiga de otra y, por miedo a no sentirse correspondida, reduce su intensidad a la hora de manifestar este sentimiento.
Además, una alternativa esta conclusión puede ser que, cuando empezamos una relación de amistad, lo más frecuente es que el nivel de lealtad, atención y cariño se vaya desarrollando poco a poco, siendo esta intensidad de amistad normal, que luego va creciendo con el tiempo.
¿Y si tu “amigo del alma” te tiene por un simple conocido?
En una situación de este tipo es importante ante todo ser consciente de la reciprocidad de las relaciones interpersonales. Puede ser que, en una relación de amistad, una persona de más que la otra, o sea más generosa en sus actos. Pero hay mucha diferencia entre pensar en ser “amigo del alma” a “sólo un conocido”.
Un “amigo del alma” es aquella persona en la que puedes confiar, que te puede ayudar, y con la que puedes contar en muchos momentos. Ante todo habría que reflexionar si tus amigos son así, y qué puede ser lo que compartes con ellos. Una vez más, se necesita un interés reciproco en las relaciones de amistad.
¿La figura del «amigo del alma» tiene tintes infantiles?
Es evidente que la frase “amigo del alma” puede ser un poco infantilizada, por lo que no se trata de una expresión muy utilizada. En su lugar, puede ser más adecuado hablar tan solo de “Tener un Buen Amigo”. Estos “buenos amigos” son aquellos con los que se puede contar en todos los momentos, con los que quieres divertirte y disfrutar, y con quienes el nivel de cuidado y cariño está por encima del resto de amigos. Los demás son conocidos, con los que mantienes una relación amistosa.
Ahora, con el uso de las redes sociales, creemos tener cientos de amigos ¿somos conscientes de lo que es la verdadera amistad?
En primer lugar, sería importante no generalizar. Como se suele decir, cada persona es un mundo, por lo que podemos encontrar cientos de situaciones diferentes: personas que lo único que quieren es aumentar sus contactos sociales y decir que tienen muchos amigos, y otras personas que realmente tienen contactos y se mueven de una manera más íntima en su círculo de amistades, donde se cultivan intereses y aprecios recíprocos, individuos que utilizan las redes sociales con un fin profesional, etc.
Cuestión aparte es el hecho de que hay muchas personas que comparten multitud de cosas en las redes sociales para todos sus contactos, cuestiones o vivencias que deberían guardarse para ellos o para sus círculos íntimos, ya que mucha de la información que se trasmite por esta vía puede llegar a utilizarse en su contra y terminar ocasionándoles mucho daño.
¿El uso de las redes sociales han ayudado o perjudicado a las relaciones de amistad?
En algunos casos las redes sociales han perjudicado a las relaciones interpersonales y, en otros, han supuesto una enorme ayuda. Gracias a las redes sociales se ha hecho posible cuestiones hasta hace poco imposibles o muy difíciles, como por ejemplo contactar con viejos amigos, con antiguos compañeros del colegio, del trabajo, etc., resucitando o generando grandes amistades.
En otras ocasiones las redes sociales han podido perjudicar las relaciones interpersonales, ya que muchas personas tienen a comunicarse mayoritariamente por estos medios, percibiendo como más importante subir fotos o comentarios que manteniendo auténticas conversaciones entre las personas.
¿Cómo se alimenta una amistad firme y duradera?
Para desarrollar una auténtica amistad, sincera y permanente, no existe otra manera que construirla sobre la confianza mutua y el respeto hacia la otra persona a todos los niveles. Inevitablemente, cualquier relación que no se asiente sobre estas bases está destinada a no convertirse en una auténtica amistad.