Las red flags o banderas rojas son señales de aviso que podemos detectar en determinadas personas y que nos están avisando de que hay un peligro. Normalmente, hablamos de estas señales cuando, por ejemplo, nos encontramos frente a una persona tóxica y en su comportamiento hay indicativos, por pequeños que sean, de su toxicidad. Estas banderas rojas nos sirven para poner límites o, directamente, ponernos a salvo. Dependiendo del tipo de señal, hay que tener un menor o mayor cuidado, pero siempre hay que estar alerta.
¿Qué son las red flags?
Las red flags son todas aquellas señales de peligro hacia nosotros que podemos ir observando en el comportamiento de otras personas. Son especialmente importantes cuando nos encontramos ante personas con facilidad para fingir o mentir, adulando o vendiendo lo que no son. Esa seducción tendría detrás la intención de atraparnos para finalmente acabar mostrando su verdadera cara, pero ya siéndonos más difícil escapar.
Las señales de alarma a veces son muy sutiles, pero siempre implica que estemos pendientes para saberlas detectar y poder ver con una mayor claridad a la persona que tenemos delante. Esto hace que no nos impliquemos con personas que podrían dañarnos, manipularnos o usarnos. Aunque no siempre es sencillo verlo.
¿Qué ocurre cuando nos vemos las señales?
Ante todo, hay que tener en cuenta que para numerosas personas es especialmente fácil mentir y fingir ser lo que no son. Bajo una fachada perfectamente entrenada logran convencer a todo el mundo de que son honestos, sinceros y, ante todo buenas personas. Por eso, por muy atentos que estemos ante las red flags, puede costarnos o ser prácticamente imposible identificarlas en estas personas. Esto es especialmente importante para, si caemos en una relación tóxica o abusiva, no debemos irnos a la culpa o al autocastigo por no haberlo sabido ver. No siempre es sencillo.
Cuando no tenemos en cuenta las señales, sufrimos las consecuencias de vincularnos con personas que nos van a generar malestar, más o menos significativo, pero siempre lo suficientemente relevante como para que se hayan esforzado en fingir ser quienes no eran. Ante todo, vamos a tener cuatro tipos de consecuencias:
- Seguridad: Sentiremos que nuestro espacio, nuestras necesidades más básicas o nuestros límites no son respetados. Lo que más sentimos es control e invasión, sintiéndonos impotentes y que, hagamos lo que hagamos, no podemos retomar nuestro propio poder personal. Esto impacta directamente en nuestro miedo, elevando esa emoción hasta poder tener ansiedad o pánico. Es la peor de las consecuencias, ya que la seguridad es la base de toda nuestra vida. Si está perdida, todo lo demás también podría acabar perdiéndose.
- Desarrollo: No nos sentimos escuchados, entendidos ni apoyados por la otra persona. De hecho, esta consecuencia está caracterizada por la sensación de tristeza, vacío y soledad. Podemos llegar a sentir que lo que decimos o pensamos no es relevante ni será tenido en cuenta.
- Justicia: La relación está completamente desequilibrada. Lo que doy nunca va en proporción a lo que recibo, aunque puedo estar perfectamente manipulado y creer que sí. Y, en un paso más allá, encontramos las agresiones, mentiras y manipulaciones. Seremos incapaces de pararlo y, si lo logramos, caemos rápidamente en la culpa y el arrepentimiento.
- Admiración: nuestra valoración personal se ha dañado y nos desvalorizamos. Ahora hay una jerarquía donde el otro se coloca por encima y ejerce poder. Hay juicios y desvalorizaciones, tal vez sutiles, pero que van a los puntos que más nos duelen. Lo enmascara bajo un “solo quiero lo mejor para ti” o “te digo la verdad, soy sincero porque quiero ayudarte”.
Red flags que debo tener en cuenta antes de vincularme
Lo primero que tengo que tener en cuenta es que, en base a las consecuencias de no identificar bien las señales de peligro, puedo acabar dañado. Siempre es importante saber ponernos a salvo, invertir nuestro tiempo en quien lo merece y, sobre todo, vincularnos con personas que nos vayan a sumar, no a restar.
Teniendo en cuenta las estructuras en las que se basan los vínculos afectivos, podemos establecer diferentes señales de peligro. Y tenemos que estar pendientes no solo a cómo se relaciona con nosotros, sino también con los demás. Lo que les hace a otros, por poco que sea, nos lo puede hacer a nosotros en cualquier momento. Estas son las red flags:
La ruptura de la autoestima
Te hace seguir creencias que inicialmente no van contigo, pero que son vendidas como la verdad absoluta o el mejor camino a seguir. Te juzga, haciéndote el “favor” de señalarte qué es lo mejor, dejando claro que, de no hacerlo, estás claramente equivocado y cometiendo un grave error. No te deja elegir, necesita controlar la situación, aunque parezca que es un síntoma de preocupación y cuidado hacia ti.
Situaciones injustas
Por mínima que sea, se rompe la igualdad. A veces te resta energía, como si la drenase, y tu estado de ánimo ni es estable ni positivo a su lado. Pueden aparecer mentiras o manipulaciones, aunque sutiles, y se busca un abuso de poder y el sometimiento. Estas red flags suelen ser más agresivas y, aunque fáciles de detectar, menos frecuentes.
Situaciones de pérdida o vacío
No hay un verdadero aporte por parte de la otra persona a tu crecimiento (de hecho, es como si te permitieras estar a su lado mientras él/ella crecen). Hay un vacío hacia ti, hacia lo que dices o expresas. Las conversaciones son desequilibradas, al igual que la empatía. Los discursos nunca son claros, las explicaciones largas y en bucle. No maneja bien las emociones dolorosas de los demás y no hay un verdadero entendimiento.
Situaciones de amenaza
Estas son las situaciones prioritarias a la hora de detectarlas. Entra en juego la base de la seguridad, lo mínimo que debemos tener en el vínculo con cualquier persona. Si esto falla, fallará todo lo demás y habrá toxicidad. El respeto hacia el tiempo o el espacio personal no existe o es fluctuante. Sientes como si tuvieras que estar siempre a la defensiva o que pudieras molestar a la mínima. Rompe tu seguridad, te falta confianza y ves que los límites nunca son bien aceptados. De hecho, es importante poner a prueba esto: pon límites y observa que pasa. Es una buena forma de saber si el vínculo será sano o no en el futuro. Quien rompe la seguridad, romperá todo lo demás.