¿Qué es el trastorno narcisista de la personalidad?
El Trastorno Narcisista de la Personalidad, también conocido como megalomanía, es un desorden psicológico por el cual, quienes lo padecen, desarrollan actitudes de egocentrismo, exceso de autoestima, egoísmo y falta de empatía con otras personas. Se trata de personas que se creen superiores al resto de individuos, de quienes esperan que satisfagan todos sus deseos.
Los narcisistas suelen compararse con quienes les rodean, creyéndose superiores a ellos y sin considerar a nadie como sus iguales. Tienen la necesidad de sentirse admirados por el resto de personas, y son poco o nada sensibles hacia ellas; eso les puede hacer tratar con desprecio al resto de la gente, mostrándose indiferentes a sus los derechos y necesidades.
Cuando una persona narcisista es puesta en tela de juicio, suele reaccionar de manera hostil y agresiva, e incluso enfureciéndose. Esto se debe a que su autopercepción es tan importante para ellos, que no soportan ser puestos en entredicho.
Aunque solemos asociar este trastorno a determinados tipos de personas, como por ejemplo aquellas que ocupan puestos de visibilidad o poder (famosos, políticos, empresarios, etc.), la realidad es que se trata de un desorden que no está asociado específicamente a una posición social o económica, sino que se da en individuos de toda clase o condición.
¿A qué se debe el trastorno narcisista de la personalidad?
Al igual que con el resto de trastornos de la personalidad, se desconocen cuáles son las causas de este desorden. Sin embargo, sí que es comúnmente aceptada la concurrencia de factores biológicos, genéticos, sociales y psicológicos como posibles desencadenantes; por ello, realmente no hay un único factor que origine este trastorno, sino una combinación de varios de ellos.
Parece clara la existencia de un cierto componente hereditario, en tanto que se ha demostrado que un individuo en cuya familia existen antecedentes familiares de trastornos de la personalidad tiene una mayor probabilidad de desarrollar un trastorno narcisista. Pero, más allá de este componente genético, se cree que son especialmente relevantes los factores sociales y emocionales. Así, se suelen marcar como elementos potenciales de riesgos los siguientes factores:
Indulgencia de los padres y sobreprotección:
La educación, disciplina y establecimiento de pautas en los primeros años de vida de un individuo son fundamentales. Solo así se puede conseguir un correcto desarrollo psicológico y emocional, capaz de consolidar una personalidad sana y equilibrada. Por ello, un niño criado en un entorno sin disciplina, a quien se consienten todos sus caprichos y deseos, acostumbrado a que sus padres le faciliten todo aquello que pueda desear, tiene una probabilidad mucho mayor de desarrollar un trastorno narcisista. Estos individuos suelen convertirse en personas extremadamente egoístas y faltas de empatía.
Aprendizaje de conductas de abuso o explotación:
Los niños educados en la convicción de que sus necesidades son las más importantes, tienden a desarrollar este desorden. Una vez fuera de su entorno educativo, tienen interiorizada la creencia de ser más importantes que los demás. En sus relaciones sociales, tienden a exigir sumisión a otras personas, o a manipularlas para satisfacer sus deseos personales. Estas actitudes se basan en la convicción de que el resto de individuos son inferiores y pueden ser explotados. Como consecuencia, suelen rodearse de “admiradores”, los cuales no hacen sino reforzar el autoconcepto del narcisista y sus comportamientos explotadores.
Ser hijo único o claramente favorito respecto a los hermanos:
Se sabe que este desorden es mucho más frecuente en casos de personas que son hijo único, o también, en aquellas otras situaciones en las que una persona se ha criado en situación de clara preferencia respecto a sus hermanos. Esto se debe a la falta de un aprendizaje respecto a la responsabilidad social que debe cumplir cada persona; ello, una vez más, favorece la creencia de “ser especial” y merecer un tratamiento diferencial respecto a los demás.
Falta de reconocimiento paterno o social:
Como contraposición a los factores anteriores, este desorden también puede deberse a un entorno de falta de reconocimiento. Ante estas situaciones, el individuo puede desarrollar estrategias compensatorias, con las que reafirmar e incrementar su baja autoestima. Por ello, cuanto más grave haya sido esta falta de reconocimiento, peor se desarrollan los esquemas cognitivos del individuo; esto propicia la aparición de desórdenes como el narcisista, con los que se intenta consolidar el ego dañado.
¿Cuáles son los principales síntomas del trastorno narcisista de la personalidad?
La persona narcisista se caracteriza por mostrar una conducta grandilocuente, una búsqueda de admiración y una falta de empatía. Más concretamente, el manual diagnóstico DSM-IV enumera expresamente los siguientes síntomas, de los cuales se deben cumplir al menos cinco:
- Exagerada autoestima y concepto de la importancia personal desmesurado
- Fantasías o imaginaciones frecuentes sobre la consecución de éxito, poder o riqueza
- Convicción de ser superior al resto de personas, y rechazo a relacionarse con individuos considerados inferiores
- Necesidad de ser permanentemente adulado y admirado
- Mostrar la convicción de que el resto de personas deben complacer los deseos o necesidades propias
- Tendencia a aprovecharse de otras personas o explotarlas para alcanzar las metas propias
- Incapacidad para empatizar, poco o nulo deseo de comprender la situación de los demás o interesarse por sus necesidades
- Frecuentes sentimientos de envidia respecto a otras personas, o creencia de ser envidiado por ellas
- Actitud arrogante o soberbia con el resto de la gente
¿Qué tipos de trastorno narcisista de la personalidad hay?
Según el modelo elaborado por el psicólogo estadounidense Theodore Millon, podemos encontrar cuatro subtipos de personalidad narcisista:
Narcisista sin escrúpulos
Aquí encontramos la presencia de rasgos antisociales. Se trata de personas con pocas convicciones morales, que no dudan en manipular, estafar o explotar a otras personas. Suelen desarrollar un comportamiento cruel y despiadado.
Narcisista compensador
En este subtipo concurren rasgos negativistas y de evitación. Bajo su apariencia de superioridad y autosuficiencia, se esconden fuertes complejos y una baja autoestima. Puesto que tienen la necesidad constante de auto-reafirmarse, son extremadamente sensibles hacia cualquier tipo de crítica.
Narcisista apasionado
En este apartado se incluirían aquellos casos en los que se dan también rasgos histriónicos. Desarrollan una conducta hedonista y de búsqueda de la satisfacción. Suelen desarrollar comportamientos seductores, atrayendo a otras personas con las que satisfacen sus deseos personales; estos comportamientos también les permite reafirmarse como “objeto deseado” por parte de otras personas.
Narcisista elitista
Este sería el patrón narcisista puro, sin la presencia de otros rasgos secundarios. Presentan la convicción de ser superiores al resto de la gente, y rechazan relacionarse con aquellas personas que consideran inferiores. Aspiran a consolidar una situación de éxito y admiración, para lo que han de ser ensalzados por encima del resto.
¿Cómo se trata el trastorno narcisista de la personalidad?
El trastorno narcisista de la personalidad puede responder bien a la psicoterapia, aunque las personas afectadas no se reconocen enfermas. Debido a esto, es poco frecuente que busquen tratamiento; esto solo suele darse en aquellos casos en los que se producen problemas secundarios tales como ansiedad, depresión o estrés.
La terapia cognitivo-conductual es posiblemente la que mejor resultado da en el tratamiento de este tipo de desorden. Puesto que los rasgos de personalidad pueden ser difíciles de cambiar, el tratamiento puede tener una duración prolongada; sin embargo, sí que es posible trabajar sobre las conductas de la persona narcisista, previniendo así sus consecuencias negativas.
Por lo general, la terapia con pacientes narcisistas suele tener diferentes objetivos, como por ejemplo la mejora de las relaciones y habilidades sociales, la potenciación de la empatía hacia terceras personas, o la capacitación para el manejo y comprensión de las emociones. El empleo de terapia grupal también puede ser de utilidad, como herramienta de mejora de las relaciones interpersonales del paciente.
Aunque no existe una farmacología específica para el tratamiento de este tipo de trastornos, en ocasiones pueden emplearse medicamentos. Estos suelen estar dirigidos al control de síntomas secundarios, como el estrés, la ansiedad o la depresión. En cualquier caso, el uso de este tipo de medicación debe ser siempre prescrita y supervisada por un profesional médico.
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