¿Qué son los trastornos de la alimentación en niños?
Los trastornos de la alimentación en niños son un problema grave y de difícil tratamiento. Aunque este tipo de trastornos se dan también en adultos, son frecuentes en niños y, sobre todo, en adolescentes; esto es especialmente cierto en algunas patologías concretas, como la anorexia y la bulimia.
Por sus implicaciones para la salud, son posiblemente los más graves de los problemas en niños y adolescentes. Sin embargo, los trastornos alimenticios también ocurren en edades más tempranas, especialmente los relacionados con la aversión a la comida. En cualquier caso, dada la gravedad de estos trastornos, es imprescindible buscar ayuda profesional tan pronto como se detecten.
Sea como sea, un punto muy destacado entre los trastornos de la alimentación en niños es su variedad. En función de la edad del niño y de su comportamiento, podemos encontrar muchos tipos de desórdenes alimenticios diferentes. Así, en cada etapa madurativa del menor serán más o menos comunes unos u otros trastornos.
Esto quiere decir que, aunque sean todos trastornos de la alimentación, no existe un enfoque o tratamiento único para abordarlos. Algunos de estos desordenes serán leves y de poca gravedad, mientras que otros pueden resultar realmente severos y alarmantes. Los comportamientos que los caracterizan, las señales que los ponen de manifiesto, sus consecuencias sobre la salud y la manera de prevenirlos o tratarlos serán, por lo tanto, muy diferentes en función de cada caso concreto. Por ello, el primer paso ante una señal de alarma será siempre asegurarnos de tener un buen diagnóstico.
¿A qué se deben los trastornos de la alimentación en niños?
Los motivos que pueden dar lugar a los trastornos de la alimentación en niños son muy variados. Realmente no existe un único factor que pueda actuar como desencadenante, sino que consiste en la interrelación de varios factores. Así, se cree que los elementos que más peso pueden tener a la hora de desarrollar estos desordenes son estos:
Estilo educativo y relación con los padres
Este es posiblemente uno de los factores de mayor relevancia. Existen múltiples estudios que demuestran la importancia del entorno familiar y su influencia sobre el desarrollo de los niños. En este desarrollo se incluyen diversos ámbitos, como el apego, las relaciones sociales o los patrones alimenticios.
Esto se debe a la correlación que existe, por ejemplo, entre factores emocionales y alimentarios. Así, los niños con baja autoestima, con ansiedad o con estrés, por ejemplo, tienen mayor probabilidad de desarrollar desórdenes alimenticios. Muchas veces el entorno familiar es el que propicia este tipo de sentimientos o emociones; esto explica que los trastornos alimenticios sean mucho más frecuentes en niños cuyo entorno familiar está desestructurado.
Estilo de alimentación de los padres
Relacionado con el punto anterior, la infancia es una edad en la que los niños aprenden todo de sus padres. Por ello, es en los primeros años de vida cuando debe enseñarse al menor una relación sana con la comida. Disponer de unos horarios de comida fijos y constantes o consumir todo tipo de alimentos serían algunas de estas pautas. Del mismo modo, no se fuerza al niño a comer o se le coacciona, sino que se le guía.
Por el contrario, el problema surge cuando se ignoran las señales de hambre o de necesidad emocional del menor. Esto quiere decir que no se enseña bien al niño si tanto si no se le da de comer suficiente como si se le obliga cuando no tiene ganas, o si se le chantajea emocionalmente o se le proporcionan recompensas inadecuadas. Cualquiera de estas conductas puede dar lugar a una relación negativa del menor con la comida. Esto, más adelante, podría ser un factor de riesgo que propiciase la aparición de un desorden.
Factores personales del niño
Por último, encontramos también los elementos inherentes a la personalidad del niño. Aquí hablaríamos por ejemplo del temperamento, las conductas y las emociones del propio menor.
Evidentemente, existen niños más propensos a desarrollar actitudes compulsivas que otros, o a ser más perfeccionistas o rígidos. Cualquiera de estos aspectos, inherentes a la forma de ser de cada individuo, pueden ser también un factor de riesgo. La timidez, la vergüenza o el aislamiento social son también rasgos relacionados con algunos trastornos alimenticios. El autocontrol, la impulsividad o el nivel de actividad serían otros, por citar solo unos pocos ejemplos.
¿Cómo podemos saber si nuestro hijo tiene trastornos de la alimentación?
Los indicios que pueden ponernos en preaviso ante un posible problema de alimentación en nuestro hijo son varios. Estos podrán darse juntos o por separado, y podrán tener lugar de manera esporádica o continuada. Por este motivo, se trata simplemente de posibles señales de alerta; de detectarlas, no necesariamente quiere decir que estemos ante un desorden, sino que habrá que acudir al pediatra.
Síntomas fisiológicos
- Molestias o problemas del niño al tragar alimentos.
- A veces los alimentos se “van por otro lado”, a la tráquea o el sistema respiratorio.
- Señales de dolor a la hora de comer.
- Nauseas o dolor de barriga antes de comer.
- Vómitos, nauseas o diarrea después de haber comido.
- Pérdida o ganancia de peso rápida o injustificada.
- Actividad física excesiva.
Síntomas conductuales
- Limitación excesiva de la ingesta de alimentos.
- Limitación del tipo de alimentos que se consumen.
- El niño come habitualmente alimentos distintos al resto de la familia.
- Inseguridad, obsesión por la apariencia física en adolescentes, o comparaciones constantes con otros niños.
- Visitas frecuentes del niño al baño.
- Atracones de comida, de dulces o de chucherías.
¿Qué tipos de trastornos de la alimentación en niños hay?
Tal y como ya hemos mencionado, son muy variados los distintos trastornos de la alimentación en niños que podemos encontrar. Además, estos pueden ir desde pequeños desórdenes hasta auténticos trastornos con graves implicaciones para la salud. Por este motivo, vamos a diferenciar entre dos grandes tipos de problemas alimentarios en niños:
Aversión alimentaria
En este primer grupo encontraríamos los casos tradicionalmente considerados menos graves, aunque algunos de ellos pueden llegar a ser serios. Se trata esencialmente de aquellas situaciones en las que el menor tiene ciertas “manías” relacionadas con la comida.
Un ejemplo típico sería el niño que no come verduras, o que solo quiere puré. En situaciones más acusadas, por ejemplo, la actitud característica sería la falta de apetito, no masticar o comer muy lento. A veces, la aversión puede llegar a toda una categoría de alimentos, por motivos como su sabor, color o textura.
En la mayor parte de los casos, este tipo de problemas no se relaciona únicamente con la alimentación; por el contrario, es frecuente que se trate de una manifestación secundaria respecto de un problema primario. Por ello, muchas veces aquí lo más importante es identificar y tratar estos problemas primarios.
Trastornos de la alimentación
En estos supuestos hablamos ya de los auténticos trastornos de la alimentación en niños. Se trata de enfermedades tales como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracones.
Estos son trastornos altamente complejos y con un grave riesgo para la salud del menor. Su tratamiento suele ser complejo, y requiere de la intervención de profesionales tanto médicos como de la psicología. Además, la intervención aquí se producirá tanto sobre le menor como sobre su familia; esta habrá de aprender técnicas y estrategias para ayudar al niño a gestionar y prevenir su enfermedad.
En la mayor parte de los casos, este tipo de trastornos se da a partir de la adolescencia, o poco antes. Por lo general, los niños de menor edad suelen limitarse casi siempre a las aversiones alimentarias, explicadas anteriormente. Sin embargo, muchas veces estos trastornos vienen precedidos por las aversiones alimentarias, motivo por el cual es tan importante abordarlos tan pronto como se sospeche de su existencia.
¿Cómo se pueden prevenir y tratar los trastornos de la alimentación en niños?
Cuando analizamos los trastornos de la alimentación en niños, existe una clara diferenciación entre la prevención y el tratamiento. En el primer supuesto, hablamos esencialmente de medidas educativas dirigidas a los padres, para que sepan guiar a su hijo; en el caso del tratamiento, la intervención se centra mayoritariamente en el menor, para que supere su problema.
Prevención de los trastornos de la alimentación en niños
Una buena educación, tanto dietética como afectiva, es la mejor manera de prevenir los trastornos de la alimentación en niños. Para ello, desarrollar ciertos hábitos resulta de gran efectividad. Algunos de estos son los siguientes:
- Enseñar a los niños la importancia de unos hábitos alimenticios saludables.
- Comer siempre en familia, aprovechando para comentar el transcurso del día y generar un punto de encuentro.
- Comer siempre en horarios regulares, facilitando la asimilación de hábitos y rutinas.
- Incluir en las comidas todo tipo de alimentos, alternándolos y variando frecuentemente.
- Prestar atención a las necesidades emocionales del niño, hablando con el y atendiendo a sus inquietudes.
- Reconocer los logros alcanzados por el niño, fortaleciendo su autoestima, y animándole a nuevas metas.
- Interesarse por las relaciones sociales del menor, averiguando con quién y cómo se relaciona, y animándole a ello.
- Fomentar su actividad física, y participar en ella tanto como sea posible.
- Establecer pautas de comunicación sanas y de confianza dentro de la familia.
Tratamiento de los trastornos de la alimentación en niños
Una vez que los desordenes alimenticios ya se han desarrollado, la prevención pierde importancia y se requiere un tratamiento. Este, por lo general, suele ser mucho más complejo y prolongado que las medidas preventivas. Sin embargo, el tratamiento no tiene por única finalidad poner fin al desorden, sino también evitar que vuelva a producirse en el futuro, por lo que la finalidad de prevención sigue igualmente vigente.
Respecto a aquellas medidas dirigidas específicamente para terminar con el desorden, dos son especialmente útiles, la psicoterapia y los fármacos. Mediante la intervención psicológica, se persigue que el menor consiga controlar y evitar sus comportamientos alimentarios nocivos. Así, se identifican los pensamientos distorsionados que dan lugar al trastorno, para poder eliminarlos y corregir esa conducta. Otras veces, se emplea también la terapia familiar, en la que se involucra a los padres en la solución del trastorno de su hijo.
El uso de farmacología, por su parte, suele reservarse para casos más severos y estará siempre sujeta a prescripción médica. Con estos medicamentos se suelen evitar muchos de los síntomas del trastorno, como por ejemplo la ansiedad o la depresión. Otras veces, se emplean como forma de atacar la raíz del desorden. Esto sería, por ejemplo, cuando se usa para estimular el apetito del paciente, o para evitar las náuseas.
Bibliografía
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