¿Qué son los trastornos de la alimentación?
Los trastornos de la alimentación o trastornos de la conducta alimentaria son desordenes psicológicos graves. En nuestra sociedad tenemos patrones estéticos muy asociados a la delgadez, lo que ha configurado un ideal de belleza; todas las personas, en un momento u otro, hacen una valoración de sí mismas respecto a este canon estético. Esto nos lleva a intentar en mayor o menor grado asemejarnos a este patrón, intentando encajar en estos parámetros de delgadez. Como consecuencia, algunas personas desarrollan hábitos alimenticios anormales, que incluso pueden llegar a poner en riesgo su salud.
Estas pautas alimenticias y de control de peso pueden ocasionar diversos efectos negativos en el ámbito psicológico, físico y social. Así, se pueden desarrollar distintos trastornos, como por ejemplo la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón. Estas son enfermedades reales que se deben tratar, ya que incluso pueden poner en riesgo la propia vida del paciente. De hecho, de entre todos los trastornos psiquiátricos, la anorexia es la que presenta la mayor tasa de mortalidad.
En la mayor parte de los casos, estos trastornos se caracterizan porque el paciente se obsesiona con su peso, con su figura corporal y con la comida que ingiere, lo que le hace desarrollar gradualmente hábitos nocivos para su salud. El tratamiento de este tipo de enfermedades es complejo, y suele requerir una participación activa de todos los involucrados; así, además de la aceptación del paciente y del asesoramiento del terapeuta, es necesaria también la involucración de la familia. Afortunadamente, con un tratamiento adecuado se puede controlar y revertir este tipo de trastorno.
¿A qué se deben los trastornos de la alimentación?
La mayor parte de las veces este tipo de enfermedades suelen aparecer en la adolescencia o en la adultez temprana. Además, aunque puede darse en ambos sexos, es mucho más frecuente en el caso de las mujeres. Así, según diversos estudios, se calcula que el 90% de los casos se da en chicas menores de 25 años.
Muchas veces una persona puede desarrollar un trastorno de este tipo sin que su familia sea consciente de ello; esto se debe a que el propio afectado, al ser consciente de que su actitud no es normal, lo disimule o se retraiga socialmente.
Las causas que pueden dar lugar a este tipo de desórdenes son múltiples, y aún se están investigando. Muchas veces un primer punto de partida en estas enfermedades es la preocupación por el peso o la imagen corporal; sin embargo, esto es solo la punta del iceberg, y realmente existen otros muchos factores que suelen pasar más desapercibidos. Esto ha dado lugar a la identificación de diferentes elementos o factores de riesgo. Así, la presencia de uno o varios de estos factores puede incrementar la probabilidad de desarrollar estos trastornos.
Entre los factores de riesgo más relevantes, cabe mencionar los siguientes:
Factores de riesgo psicológicos
- Baja autoestima
- Sensación de falta de control sobre la vida de uno mismo
- Depresión, tristeza o soledad
- Ansiedad o estrés
- Patrones de personalidad impulsiva o perfeccionista
Factores de riesgo biológicos
- Mayor probabilidad de padecer uno de estos trastornos si existen antecedentes familiares
- Posibles desequilibrios hormonales o neurológicos
Factores de riesgo interpersonales
- Relaciones familiares conflictivas
- Falta de relaciones sociales
- Haber sufrido acoso, traumas o abusos
- Dificultad emocional o para expresar sentimientos
Factores de riesgo sociales
- Cánones estéticos asociados a la delgadez
- Creencia social que vincula el atractivo físico con el éxito y la felicidad
- Pautas culturales que ridiculizan a las personas con sobrepeso o poco atractivas
Otros factores de riesgo
- Sexo: Está demostrado que estos desórdenes son mucho más frecuentes entre mujeres que entre hombres.
- Edad: Aunque pueden producirse a cualquier edad, la inmesa mayoría de los trastornos de la alimentación se originan en la adolescencia o la adultez temprana, hasta los 25 años.
- Desórdenes del comportamiento: tener antecedentes de depresión, ansiedad o trastorno obsesivo compulsivo incrementa la probabilidad de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria.
- Actividades profesionales: algunas actividades profesionales muy relacionadas con el físico, como deportistas, modelos, actrices o bailarinas, pueden propiciar también el desarrollo de este tipo de trastornos.
- Dietas y ejercicio físico: aquellas personas muy obsesionadas con las dietas y la apariencia física pueden llegar a desarrollar este trastorno.
- Estrés: estar sometido a altos niveles de estrés puede favorecer la aparición de estos trastornos.
¿Cuáles son los principales síntomas de los trastornos de la alimentación?
La sintomatología de este tipo de enfermedades varía en función del trastorno de que se trate. Sin embargo, sí que existen una serie de patrones más o menos comunes que pueden servir como posible alarma. Así, algunos posibles indicativos de que una persona puede estar desarrollando un trastorno de la alimentación pueden ser:
- Se omiten comidas o se ponen excusas para no comer
- Estado anímico alterado, como irritabilidad, depresión, culpa o vergüenza
- Se adoptan dietas demasiado estrictas
- Obsesión por la alimentación o la comida saludable
- Comer a escondidas o a deshoras
- Hablar constantemente sobre hacer dieta o sobre planes para perder peso
- Comer alimentos distintos a los del resto de la familia, elaborados aparte
- Retraimiento o aislamiento social, distanciamiento de los amigos
- Conversación o referencias continuas al aspecto corporal o a estar gordo/a
- Mirarse constantemente al espejo y hablar sobre defectos corporales
- Tener atracones periódicos de comida o de dulces
- Consumo constante de suplementos alimenticios, vitaminas, laxantes o productos para perder peso
- Ejercicio físico excesivo y constante
¿Qué tipos de trastornos de la alimentación hay?
Los trastornos de la conducta alimentaria pueden presentarse de diversas maneras. Son, sin embargo, cinco los tipos más frecuentes, los cuales suponen la inmensa mayoría de los casos.
Anorexia nerviosa
Las personas que tienen anorexia nerviosa desarrollan la convicción de estar siempre demasiado gordas. Esto les lleva a evitar la ingesta de alimentos, lo que puede poner en riesgo su salud o incluso su vida. De hecho, la anorexia nerviosa es una enfermedad extremadamente grave y potencialmente mortal.
Quienes sufren este trastorno desarrollan un temor intenso a ganar peso y una imagen distorsionada de su aspecto corporal; a pesar de estar extremadamente delgadas, estas personas insisten en seguir adelgazando. Para seguir perdiendo peso limitan la ingesta de calorías, incrementan el ejercicio físico, emplean laxantes o se provocan el vómito.
Bulimia nerviosa
A diferencia de la anorexia, la bulimia se caracteriza por un consumo excesivo de alimentos. Así, las personas con bulimia nerviosa ingieren una cantidad muy elevada de comida, para luego purgar sus cuerpos. Al igual que la anorexia, esta enfermedad es extremadamente grave y potencialmente mortal.
Quienes tiene bulimia pasan periódicamente por diferentes episodios de ingesta y purga. En las comidas, se consume una cantidad excesiva de comida, tras lo cual sobrevienen fuertes sentimientos de culpa y vergüenza. Entonces, como reacción a estas emociones, el paciente intenta deshacerse de esas calorías que ha consumido; para ello, puede vomitar, hacer ejercicio físico desmesuradamente, usar laxantes, etc.
Trastorno por atracones
Este trastorno se diferencia de la bulimia en que, tras el atracón de alimentos, no se producen episodios de purga. Como consecuencia de estos atracones experimentan vergüenza o culpa, lo que les lleva a producir nuevos atracones. Por ello, es frecuente que quienes lo padecen no estén delgados, sino que tengan exceso de peso o incluso obesidad. Por ello, quienes presentan este trastorno corren también el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares o metabólicas.
Ortorexia
Este desorden es relativamente reciente, aunque se presenta cada vez con mayor frecuencia. Se trata de una enfermedad que actualmente no está recogida en ningún manual terapéutico, aunque cada vez más es aceptada por los profesionales de la salud mental.
Se considera que una persona tiene ortorexia cuando desarrolla una obsesión por la comida sana, convirtiéndose en una auténtica patología. Como consecuencia de esta obsesión, el afectado también puede llegar a rehusar cierto tipo de alimentos, como carnes o grasas; esto puede ser un problema, si se desarrolla una dieta inadecuada en la que falten algunos nutrientes esenciales.
Vigorexia
En cierto modo, es un trastorno parecido a la ortorexia. Esto se debe a que, paradójicamente, ambos desórdenes surgen como una obsesión por desarrollar una vida saludable. En este trastorno, la obsesión no se basa tanto en la alimentación, sino sobre todo en el ejercicio físico. Las personas con vigorexia se ven siempre débiles, lo que les lleva a desarrollar una actividad física extrema. Como consecuencia, dedican tanto tiempo a entrenar que pueden llegar a descuidar otros aspectos importantes de sus vidas.
¿Cómo se tratan los trastornos de la alimentación?
Los trastornos de la alimentación se encuentran entre los más difíciles de curar; sin embargo, esto no quiere decir ni mucho menos que no puedan ser tratados con efectividad. Por el contrario, debido a su gravedad, es especialmente importante buscar ayuda en cuanto se detecten indicios de su existencia. Estos desórdenes no desaparecen por sí solos, y si no son tratados pueden tener consecuencias extremadamente graves.
La mejor manera de abordar un trastorno de la alimentación es mediante la psicoterapia. Esta muchas veces debe realizarse de manera multidisciplinar, en coordinación con otros profesionales sanitarios como médicos, enfermeras o nutricionistas. De esta manera se puede abordar de manera completa la problemática del paciente, atendiendo tanto a sus desórdenes de conducta como a otras posibles complicaciones, como enfermedades médicas o fisiológicas.
En cualquier caso, el objetivo de la terapia no es solo estabilizar el peso o la nutrición del paciente; por el contrario, la terapia debe ir dirigida a solucionar los problemas psicológicos que han servido de desencadenante del trastorno. Así, además de los patrones alimenticios, también se suelen abordar otras problemáticas como la depresión, las relaciones interpersonales, etc. En este sentido, en ocasiones puede ser también de utilidad la utilización de terapia grupal.
Con el tratamiento adecuado, estos desórdenes suelen presentar buenas tasas de recuperación. Sin embargo, esta mejoría no suele producirse en el corto plazo, sino que puede llevar meses o incluso años. Es por este motivo que muchas veces se recurre también a la terapia familiar o de pareja; con estos abordajes, se pretende prevenir recaídas del paciente y dotar a su entorno de herramientas de utilidad.
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